Nunca te has puesto a pensar…¿Que es lo que sucede con los niños que nacen y viven en las cárceles?. Aquí te diremos un poco de lo que viven los niños en las cárceles sin haber cometido un delito.
Los espacios en los que se mueven son reducidos, tan reducido como el mundo al que fueron destinados sin tener la opción de elegir. No hay parques, no hay escuela, no hay libros para iluminar y mucho menos música para escuchar. Un niño que vive en una cárcel mexicana no recibe una estrella en la frente por buena conducta. Un niño que vive en una cárcel mexicana, en cambio escucha pláticas acerca de la prevención de abuso sexual.
Son 549 menores los que están privados de su libertad sin haber cometido delito alguno, según datos del INEGI en su último estudio presentado en 2014. Sin embargo, la Asociación Civil Reinserta, indicó que son 678 los niños que actualmente viven, con pocas garantías, en los penales de la República Mexicana.
En años anteriores, los niños, antes de ser encerrados de nueva cuenta bajo llave en sus respectivas celdas, no tenían mayor actividad que explorar los alrededores siempre bajo la custodia de su madre. Actualmente, en Santa Martha Acatitla, los pequeños pueden disfrutar de una Bebeteca, espacio que sirve para estimular su imaginación y que funciona también para su desarrollo intelectual, como parte de un programa que presentó Reinserta a las autoridades del penal.Los niños que viven en las cárceles mexicanas no alcanzan siquiera a ser parte de la estadística pese a conformar un sector vulnerable, según la Ley de Asistencia Social. Los presupuestos no están destinados ni siquiera para garantizar su protección y bienestar como lo establece la propia Organización de las Naciones Unidas.
*Fuente: 24 Horas.
La misma asociación consiguió que a los menores de dos años se les proporcionara estimulación temprana y sensorial, mientras que de dos a cuatro años pueden participar en actividades de recreación y creatividad. Para aquellos que tienen más de cuatro años y alcanzan los cinco años con 11 meses, hay actividades propias que los conminan a la convivencia con sus madres, desde la perspectiva de un menor que no ha podido integrarse de alguna manera a la sociedad por estar encerrado en una celda.
El panorama tampoco es alentador para los niños que no reciben la visita de sus padres o que, sus madres estando encerradas, tampoco reciben gran atención de sus madres. Apenas el 21% de los padres se hacen cargo de sus vástagos, y del mundo no les hablan. Ellos creen que su universo se reduce a cuatro paredes, las mismas que los han visto crecer mientras sus madres cumplen sus condenas.
Los niños en las cárceles mexicanas no tienen derecho a la educación, a la recreación. En Alemania, por ejemplo, se cuenta con departamentos iluminados y abiertos. En la mañana los niños pueden ir al kínder y en las tardes regresan para convivir con sus madres.
Después de cumplir la edad límite, los niños son puestos a disposición de hogares temporales o del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Se pretende que en poco tiempo habiliten la adopción, en caso de ser necesario, para darles la oportunidad de un futuro mejor, evaluando previamente el hogar al que pretendan darlo en adopción.
Existen. Los niños que viven en las cárceles mexicanas pretenden dejar de ser invisibles para un gobierno que aún no destina recursos para su desarrollo, para su bienestar. Niños que no cometieron delito alguno deberían, por lo menos, tener una vida digna dentro de las cuatro paredes que el destino les tuvo preparadas desde antes de nacer. Del gobierno vuelven a depender.
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