En Estados Unidos existe un verdadero problema por lo sencillo que es conseguir drogas duras, entre ellas la más mortífera, una dosis de heroína. Parecido a la picadura de un alacrán, entra directa en las venas, pero el veneno provoca un viaje tan fuerte que obliga a los adictos a comprar una y otra dosis para satisfacer su ansia.
Tan sólo en ese país se reportaron 937 fallecimientos por la picadura de la “chiva” (el nombre que recibe la droga entre los narcomenudistas), producida en suelo latinoamericano y enviada a los más fervientes consumidores. Pero cada paquete debe pasar por las fronteras mexicanas casi sin excepción y en el trayecto existe la posibilidad de vender algunos gramos entre migrantes y locales.
Las autoridades no pueden contra el tráfico ilegal, es un mal que contramina el Río Bravo, que entre sus aguas se va tragando a los nuevos adictos. Ante la epidemia, organizaciones de ambos lados de la frontera consideran que para erradicar el problema, los centros de inyección seguros para adictos son una de las soluciones más viables.
Estos lugares son una iniciativa que causa polémica en la sociedad por las distintas posturas que organizaciones, sector salud y activistas toman al respecto. Dichos lugares son sitios limpios para que los adictos puedan drogarse de manera segura, con jeringas limpias, doctores que vigilan su salud y, si lo desean, son también un lugar para desintoxicarse.
En México, estos lugares no son una realidad pero existen distintos programas sociales que son el preámbulo a un posible albergue público donde los adictos puedan continuar estas prácticas alejados de las calles y de la vista social.
En entrevista para Cultura Colectiva Noticias, el Dr. Jorge Guillermo Gaxiola Lugo, responsable estatal del programa de VIH/SIDA e infecciones de transmisión sexual de la Secretaría de Salud de Baja California, dijo que uno de los programas para evitar la transmisión del virus entre adictos a la heroína es el intercambio de jeringas.
«A través de jornadas, les cambiamos jeringas usadas por nuevas a los adictos, les regalamos condones y agua. Esta es una de nuestras tantas acciones para evitar la transmisión del VIH, por el intercambio de agujas usadas entre adictos, además de invitarlos a rehabilitación. Al Estado le cuesta 45 mil pesos mensuales el tratamiento por paciente con esa condición, es una buena opción evitar jeringas contaminadas entre las calles », dijo Gaxiola.
En la Secretaría de Salud de Baja California realizan este tipo de jornadas de salud en puntos fronterizos como Tijuana, donde los adictos suelen cruzar y compartir material infeccioso para consumir drogas inyectables, pero con frecuencia cruzan hacia los Estados Unidos para obtener trabajos breves auspiciados por narcotraficantes, según autoridades en locales en Tijuana.
El estigma existe, seguramente a nadie le agrada observar a personas introduciéndose jeringas, fumar marihuana o inhalar solventes a plena luz del día. Los llamados sitios seguros pretenden ocultar este mal de la visibilidad, bajo una serie de normas para inhibir el consumo de estupefacientes.
El tema recientemente salió a discusión en los Estados Unidos por la llamada iniciativa 27, una ley que permite destinar recursos gubernamentales para sitios de inyección seguros para adictos a la heroína en ese país.
Desde el pasado 27 de julio, la junta de salud del Condado de King en Seattle aprobó por unanimidad la prohibición de sitios seguros de inyección de heroína. Esta acción provocó la molestia de la organización Opioid Task Force que entregó 70 mil firmas para que se abrieran dos centros de inyección segura.
El tema tocó los medios nuevamente este lunes por las declaraciones de los líderes municipales de la comunidad Bellevue en Washington. A través de un comunicado, las autoridades municipales indicaron este lunes que podrían iniciar un plan de acción para hacer de los sitios de inyección unos centro ilegales para los adictos.
Entre la ciudadanía de Bellevue el tema despertó controversia. De acuerdo al personal del ayuntamiento estos lugares no deberías existir. “No ahora, ni nunca, ni en ninguna zona de la ciudad”, dijo un miembro del consejo al medio de comunicación de Seattle kuro 7